domingo, 14 de marzo de 2010

Diario Fallero (1)

Había quedado con mi prima a las dos en la carpa (o "casal", en valenciano). Estaba llegando, cuando le llamé para que saliera a por mí para no tener que entrar sola al "casal".
Aún no había bajado del coche la ví que estaba al otro lado de la calle esperándme. Íba con la chaqueta emblema de la falla, igual que yo, igual que todos los falleros; yo iba con mis Ray-Ban puestas y ella las llevaba en la cabeza para sujetarse el pelo. Las gafas de sol se habían vuelto un complemento de la falla en los últimos años, todo fallero lleva la sudadera a modo de blusón de su comisión, el pañuelo al cuello para evitar quedarse afónico el primer día... Y las gafas de sol para disimular las ojeras y los ojos cerrados por haber trasnochado el día anterior, y el anterior, y el anterior...
Nos dimos dos besos y entramos al Casal. Recorrimos la enorme carpa para salir por la puerta de atrás del escenario y fui ahí dónde lo ví: era un chico, que en un principio le echaba unos 25 años, moreno, de ojos oscuros. No era muy alto pero tampoco muy bajo, no estaba gordo pero tenía donde "agarrar" (que diría Rosalie). Llevaba una sudadera del mismo color que el emblema de la falla, como la nuestra, sólo que no llevaba el eslogan. La conjuntaba a la perfección con unos vaqueros y una bufanda oscura con rayas de colores.
Me dí cuenta que nos estaba mirando. (¿O era que se había dado cuenta que lo estaba inspeccionando con los ojos?) Desvié la mirada y seguimos andando. Al acercarnos más para salir por la puerta trasera caí en que tenía algo en la mirada especial. Salimos y mi prima me enseñó cómo iba el arroz que hacían fuera de la carpa y saludé a algunas chicas, amigas de mi prima.
Volvimos a entrar.
Ví como el chico de antes estaba encima del escenario con la tabla de mezclas, pero al darse cuenta de que volvimos mirar.
Mi prima cogió tres sillas: una para ella, otra para mi y otra para poner los pies. Y se sentó. Yo no quería sentarme. Me puse de espaldas al chico y le dije bajito a mi prima: "Ese de ahí, no deja de mirar. ¿Es tu novio?" Se rió un poco y me dijo que no. Así que me senté y me dijo: "Es Sergio, el mago". Realmente había oido hablar de él, llamaba de vez en cuando a mi prima cuando estábamos las dos juntas, sé que quedaban para ir a tomar algo últimamente con todos los demás.
No pude evitar volver a mirarlo. Y se me ocurrió decir: "No tiene pinta de mago".
En ese momento, Sergio, estaba colocando los focos del techo y se ponía de puntillas para llegar.
"¿Te llevo una escalera, Sergio?"-dijo mi prima.
Él se rió, pero no le sentó mal, y con la sonrisa aún, Sergio, bajó del escenario y se acercó.
"Dice mi prima que no tienes pinta de mago"- en ese momento en que mi prima habló me quería morir. Había estado mirando al chico algunas veces, no me gustaba, pero me parecía que había algo diferente en él. Y ahora el comentario... Ojalá mi prima se hubiera callado, ojalá yo no hubiera abierto la boca...
"¿En serio?"-dijo con una sonrisa maliciosa.
Yo sólo asentí, no podía desmentir lo que había dicho.
"Bueno, esto ya está. Me voy ya. Si quieres algo..." Mi prima le dió dos besos y le devolvió las Ray-Ban. "Quédatelas, si quieres."-dijo Sergio. "No, toma"-se las devolvió y sonrió.
Sergio se marchó en su coche, fumando un cigarrillo, con sus ray-ban puestas.
Pero había algo diferente en ese chico. Horas más tarde, lo pude comprobar.


Una Adolescente Soñadora Con Ojo

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