martes, 2 de octubre de 2012

Empezando de nuevo

El pasado fin de semana fue bastante ameno. Quizás sea porque prácticamente no abrí un libro y solo hice los deberes necesarios para el día siguiente (cosa que no acostumbro a hacer los fines de semana, ya que prefiero adelantar y llevarlo todo lo más al día posible). Estaba como loca de que llegara el sábado por la noche. Mi prima me invitó a cenar con sus amigos del instituto, esos con los que una vez has empezado la universidad apenas te reunes. Eran cuatro chicos y una chica, de los cuales ya conocía a los cuatro chicos de una vez anterior.
Apenas hablé durante la cena. No dejaron de recordar los viejos tiempos, de ponerse al día y de cotillear y preguntar qué había sido de sus entonces compañeros de clase y es que hace casi cinco años que acabaron el bachillerato. Al final, e inevitablemente, la conversación derivó a un: ¿y qué hay de ti? ¿no comentas nada de cuando ibas al instituto? A lo que respondí con la esperanza de que volvieran a su anterior tema y dejaran de preguntarme: Yo no he ido a ese instituto.
Al revés de lo esperado, me preguntaron que a cuál había ido, así que me vi obligada a responder a qué colegio iba y con ello, empezaron a especular sobre mi edad. La chica me echaba 20 años, uno de los chicos 19... Hasta que al final, otro de los chicos, que se acordaba de cuándo mi prima nos había presentado la vez anterior me dijo que tenía cinco años menos que ellos. Así que tuve que reconocerlo: Estudio 2º de BTO. Tengo 17 años.

Esa conversación solamente me incomoda cuando sé que la edad es crucial para algo y puede cerrarme puertas. No me molesta decir mi edad ni lo que estudio, pero sí que es cierto que quería evitar ese tema en esa cena, precisamente. Me explico: durante las dos horas de gloria que pasé sin ser el centro de atención, riendo y escuchando las anécdotas de mi prima y sus amigos, empecé a fijarme en uno de los chicos. Y sí, si habéis estado leyendo mi blog durante algún tiempo, sabréis cómo es mi prototipo de chico y cómo es el chico en el que me fijé: el típico chico callado, que sigue la conversación y se limita a bromear sutilmente poniendo la guinda y causando la risa de todos. El chico estudioso que se ha sacado una carrera de cinco años en tres y que está estudiando una segunda carrera universitaria. Sí, ese chico.
Después de cenar, y habiéndole contado mi nuevo fichaje a mi prima (por cierto, ella me dijo que no tenía novia), salimos a tomar unas cervezas a un pub cercano. No sé si era porque llevaba tiempo sin salir de noche o porque estaba muy a gusto con gente mayor que yo, pero empecé a relajarme y a hablar un poco con el misterioso chico. ¡Me sentía como si estuviera dentro de un capítulo de la serie Friends!
Al final, nos despedimos y nos fuimos cada uno a nuestras casas. Desde entonces, y tras mucho pensarlo, he llegado a la conclusión de que me encantaría conocer mejor a ese misterioso chico: no hay nada que no me guste de él (¡Y eso es raro en mí, porque siempre busco el mínimo defecto en todo!).

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